Pájaro Verde es un ejemplo viviente: una granja familiar exitosa, tanto económica22 como ecológicamente; principalmente cultivada con café, cultivos nativos, horticultura; milpa durante la estación húmeda, y totalmente integrada con animales y estanques para acuacultura y captación de agua.
La biofábrica es la última incorporación, junto con un espacio a su alrededor para realizar pruebas y mostrar los resultados.
"Nadie cree que se puedan cultivar tomates de forma ecológica, y menos fuera de un invernadero", me dice Suarlin mientras caminamos ladera arriba hacia una parcela junto a la carretera.
Cuando se le pregunta a qué se debe, explica que hay "demasiadas plagas", enfermedades causadas por insectos y hongos comunes durante la estación húmeda.
"Pero aquí tenemos un ejemplo. Con bioinsumos..."
Puedo dar fe de que las plantas tienen un aspecto (y un sabor) estupendo. Cosechamos unos cuantos tomates—Romas, típicos de los cultivos comerciales- y nos los comemos allí mismo.
Más abajo hay bastante plantas de pimiento, casi maduras; y más allá fríjoles pulcramente cultivados en pequeñas terrazas y de color verde oscuro.
"¿Y qué pasa con otros agricultores?", pregunto. "¿Están viendo esto?"
Esta vez es William quien responde.
"Todos los que asisten a nuestros talleres lo ven, junto con el cafetal", señala a las plantas de café que hay detrás de nosotros, también sometidas a tratamientos con bioinsumos. "La gente también mira desde la carretera; todos los días recibimos visitantes que quieren saber más..."
Además, están los agricultores comerciales, o tomateros como ellos los llaman, del municipio vecino de Salama, que han estado comprando botellas de 'madre líquida' para experimentar en sustitución de los fertilizantes químicos, que se han vuelto exageradamente caros.
Sin embargo, el éxito de los ensayos aquí, como pronto aprenderé, no es tan simple como uno o dos tratamientos, como se haría con un fertilizante convencional. Es más bien el resultado de un 'paquete' o conjunto de prácticas e insumos específicos para cada cultivo y fase de crecimiento. También implica que el suelo esté "preparado para recibir" los insumos, es decir, que contenga suficiente materia orgánica, humedad, etcétera.
"Se empieza construyendo la cama nutritiva", explica Cortez, que se ha unido a nosotros con sus dos hijas pequeñas, cada una con una cesta para cosechar verduras.
Se trata de tomar el compost disponible y "activarlo" con microorganismos. A continuación, se entierra en las camas, se deja reposar y se enfría, si es necesario, antes de plantar directamente.
“Esto da todos los nutrientes y la fuerza para las plantas jóvenes", dice Cortez. "También ayuda a la germinación y a la resistencia a las plagas".
Esta cama específica contiene varias mezclas: lombricompost, bokashi, biocarbón—todas ellas introducciones relativamente nuevas, y consideradas la combinación más potente—.
Explica las cualidades de cada ingrediente: el biocarbón retiene la humedad; las lombrices aportan nutrientes; y el bokashi, minerales.
Cuando se le pregunta cómo funciona el bokashi, explica que ha sido "mineralizado", con un caldo o sopa de roca triturada que aporta micronutrientes y macronutrientes específicos.
Aquí es donde los bioinsumos entran en el terreno de los "biofertilizantes" que suelen aplicarse para aumentar el rendimiento23. Los productos requieren ingredientes no locales24, que conllevan cargas económicas y ambientales—algo que entra en conflicto con el objetivo de la autosuficiencia y cae firmemente en la lógica del productivismo—.
Cortez afirma que sus biofertilizantes son "superiores a los químicos", ya que los microorganismos ayudan a poner los nutrientes a disposición de los cultivos. También ayudan a "restaurar los suelos dañados, en lugar de contaminarlos". Pero el objetivo final es encontrar otras fuentes de minerales, como plantas fermentadas como el plátano, en lugar de polvos de roca importados25, que en este caso fueron proporcionados por el programa26.
Una colección de microorganismos para la producción de bioinsumos bajo una plantación de bambú. Foto de Nathan Einbinder.
Continuando nuestro recorrido, se alternan explicando los diferentes insumos que han utilizado y con los que han experimentado, en función de lo que creen que falta en el suelo27.
"Ha habido algo de prueba y error", dice William, mencionando cómo algunos cultivos no han respondido bien a la adición de ciertas combinaciones, o a una aplicación excesiva que provoca un efecto de "quemado". También puede haber un exceso de nitrógeno, como ocurre con la urea, el fertilizante común, o los estiércoles animales sin procesar.
En cuanto a la prevención de plagas, están convencidos de que la aplicación de grandes cantidades de microorganismos beneficiosos ha reducido los daños por enfermedades y plagas.
Aún cuando llegan las plagas—o cuando consultan a agricultores que sufren brotes—utilizan M5, un bioinsumo compuesto por una docena de plantas "aromáticas", como ajo, albahaca y hierbas nativas fermentadas y aplicadas con o sin microorganismos.
"Se trata de una práctica ancestral, innovada", dice Cortez, algo que he oído muchas veces sobre las técnicas.
"Siempre hemos utilizado las plantas como repelentes. Pero ahora estamos 'potencializando' el recurso..."
Según Cortez y otros, el aprendizaje de los bioinsumos ha permitido profundizar en sus prácticas tradicionales; una comprensión más científica que les permite encontrar formas de utilizarlos con mayor eficacia.
En otro ejemplo, explica cómo "[los] abuelos siempre recogían hojarasca del bosque y la dejaban por sus campos. Hacían lo mismo que nosotros, pero no entendían cómo funcionaba. Ahora nosotros sí. Y al innovar el recurso"—multiplicando los microorganismos por fermentación—"necesitamos una cantidad mucho menor que ellos, con mayor impacto."
Este último punto se refiere directamente al contexto actual: menos bosque y más sequía, parcelas familiares de menor tamaño, poblaciones más numerosas. Todos estos factores contribuyen a que se perciba la necesidad de fertilizantes químicos28 y la incompatibilidad de las prácticas ancestrales, dado que dependen de la materia orgánica, del conocimiento de cómo utilizarla y del trabajo manual (que requiere mucho tiempo y es caro).
Es fácil entender su entusiasmo por la nueva tecnología: no sólo tiene el potencial de competir con los productos agroquímicos, sino que también fomenta una "revalorización", como dice Cortez, de las riquezas naturales de la zona y su capacidad para mejorar la producción agrícola, un fundamento clave del trabajo de la ACPC.
Sus argumentos son convincentes, y las pruebas en los cultivos, a pesar de que los procesos son más complicados de lo que cabría pensar, están a la vista.
Sin embargo, aún están por ver los efectos de sus esfuerzos por extender al gran público sus conocimientos y su pasión por los bioinsumos. ¿Hasta qué punto estarán dispuestos los agricultores a abandonar o reducir en gran medida el hábito de comprar insumos
químicos, como han hecho durante décadas, por algo misterioso y aún no totalmente probado, con el potencial de necesitar más mano de obra y acceso a los recursos? Si esta ampliación y popularización tienen éxito, ¿cómo se adaptará la tecnología a los nuevos contextos? ¿Será tan eficaz para los nuevos profesionales como para sus proponentes actuales?
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